¿Abandono?
Muchas veces hay una buena excusa para abandonar a los hijos, pero siempre es eso, una explicación poco convincente porque al final de cuentas, algo se podría haber hecho para no llegar a esto. Otras veces es inconsciente, el abandono dentro de casa es muy frecuente y pocas los padres o los hijos son conscientes de ello y se da de muchas formas diferentes. Las consecuencias también son distintas según la persona que hace de receptor.
Andrea tiene hoy 16 años, ha vivido toda su vida sin su papá porque nunca se casaron, sin embargo él la visitó periódicamente hasta los 7 años. Ha pasado su vida entera con una sensación de soledad y abandono enorme que vive tapándola con comida, ha estado en todo tipo de regímenes, tratamientos para adelgazar y para controlar su pre diabetes y nunca lo ha logrado cien por ciento ya que tiene una carencia de afecto muy grande que llenar y una valoración de sí misma baja también.
Su mamá entretanto, es bien cercana, obsesiva y trabajólica, así que por más que conversa con Andrea y hacen algunas cosas juntas, no ha estado cerca de ella para acompañarla en toda su corta historia. Andrea vive reclamándole su ausencia y no ha conseguido mucho. Las prioridades de la madre están en el trabajo y el dinero sin embargo aparentemente son muy unidas pero existe un abandono permanente de su rol maternal justificado en que ella tiene que mantener su casa.
Andrea entonces tiene la autoestima baja, come demasiado, es poco sociable y muy dependiente afectivamente de los demás. Se ha ido acostumbrando a su soledad al punto de tener que obligarla a salir de su pieza y departamento, desconfía de sus pares, por lo cual, no tiene amigas con quién hablar algo personal, profundo.
Catalina tiene hoy 14 años, cuando la vi, no me quiso mirar, ni saludar, ni menos aún contestar. Tenía un andar y vestirse masculinizado, era seria, no le gustaba su colegio, ni su profesora, ni las niñas de su curso. Participaba de un grupo de niñas (3) que eran “las duras” del curso y que amedrentaban y lideraban negativamente al resto, practicaban el matonaje, y se sentían muy bien haciéndolo ya que presentaban a sus pares una máscara de fuerza, dureza, e invulnerabilidad que las hacía mantenerse al margen de la debilidad interna que cada una tenía. Catalina además era muy rebelde a sus profesores y asumía una mala voluntad hacia ella a priori. No era fácil, porque no quería estar en terapia, no tenía ganas de hablar y a todo respondía “no sé”, sin siquiera mirarme.
La historia de ella es difícil, un padre abandonador e infantil al cuál sólo le interesa el bienestar económico, la imagen que proyecta, el éxito frente a los demás. Frío, sin tema de conversación, duro, poco cariñoso, desconectado de sus emociones, descalificador y sin ganas de sanarse tampoco. Abandonador de parejas e hijos dentro y fuera de la casa, se separó de la mamá de Catalina por otra mujer y desapareció de sus vidas durante un tiempo, para luego volver a estar presente imponiendo esta nueva relación a los niños.
Una mamá exagerada, víctima y que también hace abandono. Ella siempre está llena de actividades laborales y sociales, cansada obviamente, y con una necesidad permanente de aprobación de parte de los otros, de manera tal que se ha esforzado por mostrarse siempre inteligente.
Es una mujer encantadora, muy simpática y amorosa, pero con Catalina exigente, dura, psicológicamente castigadora, poco cariñosa. De aquellas mamás que están más bien preocupadas de que sus hijos sean intelectuales, maduros, inteligentes, responsables, perfectos, que lean aunque no estén en edad comprender los libros que ella les da a leer, a los cuales se les habla temas para los que no están preparados o no les corresponde conversar, que tengan conciencia de qué les sucede como personas cuando recién están sabiendo qué les gusta.
Le interesa que Catalina y los hermanos sean leales a ella y a cualquier “supuesta “deslealtad, como querer estar con su papá o aceptar conocer a su actual novia, ella reacciona castigándolos con su indiferencia, dureza, frialdad y ausencia, diciéndole además que han hecho algo repudiable.
Les ha recalcado “el dolor” de la separación de sus padres, de lo malo que ha sido él, lo abandonados que los tiene en favor a su nueva pareja, lo inmaduro que es, de sus cambios en el sistema de vida, y por supuesto el estigma de ser hijos de separados, dándole a entender claramente a Catalina que, cuando va a una casa de familia bien constituida, la van a rechazar por su condición… cosa que en su colegio no ocurre. Por supuesto que en todo esto hay un nivel grande de inconciencia y una insistencia en el sufrimiento como forma de vida.
Después de ver a Catalina, creo que la influencia del padre es nada al lado de la madre.
Catalina logró con terapia re-encantarse con su colegio, comprometerse en sus actividades, darse cuenta que la relación con su papá era distante y descontinuada y adaptarse a la realidad de la mejor forma para ella, ver más claramente a su mamá y lograr tomar distancia de tanta opinión negativa, dejar de ser masculina y matona, pedir disculpas y reconocer públicamente su error y debilidad ante el curso. Mirar más a los ojos, reconocer la bondad de su profesora, colaborar en la clase y dejar de sentir rechazo donde no lo había… se encontró acompañada por sus amigas del colegio al darse cuenta que todas tienen problemas y no es sólo ella, también aprendió a reconocer sus necesidades personales de compañía y el tipo de ésta. Toma decisiones propias en la medida que su edad lo permite. De seguro el abandono será un tema a trabajar durante su vida, este fue el primer paso.
Estos son dos ejemplos de niños abandonados y sus padres, de miles de casos que se ven cada día en el mundo. Padres que sin querer, han dejado abandonados a sus hijos dentro de la casa, sin darse cuenta, porque no todos tienen la capacidad de estar alertas en cuanto a su comportamiento y la corrección de éste, como también muchos han sufrido abandono en su infancia y es como aprendieron a relacionarse. Otros no pueden asumir que tienen poco espíritu de padres y que mucho mejor les habría venido no tener hijos para sentirse libres, sin amarras, o que la carrera profesional era lo que más les entusiasmaba y que tuvieron hijos porque es la costumbre hacerlo, lo que corresponde.
La falta de expresión del afecto en caricias y palabras amorosas, la atención hacía los niños, el tiempo que se les dedica a cada uno como ser independiente del resto, la presencia física, la empatía, reconocimiento, dulzura, confianza, optimismo, apoyo, calma, contención, etc. Son factores que harán que un niño se sienta querido y valorado dentro de su hogar. Por supuesto que cada niño es una realidad diferente y su percepción de esta será muy propia.
Marcela Pezoa Bissières
Terapeuta