La mayoría de las personas terminan una relación y se desesperan por tener otra pareja o por la incertidumbre del futuro amoroso, la sensación podría ser ¿Qué se hace ahora? ¿Cómo sigo la vida?, claro que dependerá de cada caso, las personas que han estado en una relación durante 30 años tendrán que armarse completamente de nuevo y de seguro les será más difícil que a otras que han estado menos tiempo.
Rápidamente los hombres, con mayor frecuencia que las mujeres, buscan con quién estar, así que en ellos el tiempo de soledad se reduce aún más.
Las personas no entendemos esto de vivir solos y tenemos la ilusión que siempre habrá alguien para acompañarnos en el camino de la vida, para salvarnos de ir solos a algún lugar, para que nos acoja, para que nos entretenga, para que se haga cargo de nosotros un rato o por siempre, en fin, lo que sea que cada uno necesite. Y digo ilusión porque no siempre sucede y porque el primero que tiene que hacer esto por nosotros es, precisamente, uno mismo. Ilusión también porque finalmente lo único que tenemos asegurado en la vida a parte de “ser solos”, es que todo, absolutamente todo, está en un constante cambio, por lo cual, cualquiera que esté acompañado hoy, en un rato más puede estar muy solo.
Claro que en teoría todo parece muy fácil, como obvio, sin embargo la pregunta que la gente siempre hace en plena crisis es: ¿Cómo se aprende a estar solo? Porque los amigos, terapeutas, psicólogos etc. tienen esta frase a la mano para decírsela a uno cuando estamos en el ojo del huracán sin tener idea qué hacer, cómo seguir… la respuesta es de a poco, paso a paso, ya que como en la mayoría de las cosas buenas para nosotros, se requiere un trabajo personal.
Partir por saber que al estar solo no sucederá nada. Somos igualmente vulnerables solos que acompañados y tenemos una serie de herramientas que hemos ido adquiriendo o perfeccionando a lo largo de los años para defendernos, actuar, relacionarnos, ganarnos la vida, de las cuales es posible no tener conciencia en un minuto dado, pero que si las traemos a la superficie nos servirán de mucho, empezando por darnos cuenta que somos capaces de tanto y hemos sido capaces antes de hacer mucho.
También tenemos que saber que estar con otros no significa tener algo garantizado, seguro de por vida, ni incondicional… ¿Cuán seguido quisimos una caricia de nuestra pareja que nunca llegó? ¿Cuántas veces la persona que tenemos al lado debió habernos protegido y no lo hizo?, ¿Qué tan a menudo entendió nuestras necesidades? o ¿tal vez queríamos que nos acompañara en un momento difícil y desapareció?…y otras tantas estuvo y nos protegió, pero nos quitó la posibilidad de enfrentarnos a la vida y crecer porque se hizo cargo sin siquiera preguntarnos.
Mirarnos un rato en profundidad para descubrir exactamente cuáles son nuestros propios gustos es otro paso a estar solos y bien. A veces hacemos todo lo que otros quieren, vivimos a través de ellos, esperamos que generen cosas nuevas, que tengan éxito, que estén felices y se nos olvida que aparte de todas las buenas intenciones que podemos tener para otros, nosotros también tenemos las propias, tal vez un poco tapadas, pero las tenemos. Gustos por el arte, la música, el deporte, la cocina, meditación, ciencia, lectura, naturaleza, fotografía, animales, exploración, viajes, conocimientos, autos, las caminatas, el baile, internet, videos, hacer muebles, amistades, manualidades, idiomas, yoga….las que nos llenan el alma y nos hacen sentir absortos durante su ejecución ya que son una profunda expresión nuestra, de manera tal que nos sintamos conectados “con nosotros mismos” al realizarlas, alimentados y felices.
Conocernos entonces va siendo la tónica para estar solo, porque una vez que vamos sabiendo qué nos hace felices podemos distinguir qué no ha sido bueno para nosotros y de qué nos tenemos que alejar.
Por otra parte, ¿Qué nos pasa cuando tenemos tiempo obligado de soledad?, ¿Cómo nos sentimos, qué nos decimos y cómo nos tratamos? Esto es vital para poder disfrutar de ese tiempo y no querer tapar ese espacio con cosas que nos atonten, distraigan o llenen, porque finalmente, son cosas que tapan una realidad.
Por otra parte la sociedad a veces es bastante discriminadora con las personas solas, en efecto las mujeres separadas son vistas muchas veces como una amenaza, otras pasan a ser una carga, y por último si se juntan parejas, las personas solas no son incluidas casi por defecto ya que nadie las recuerda al momento de planificar un encuentro. Los hombres no corren la misma suerte. Ellos son invitados siempre a todo, como una forma de protección al desvalido que ha sido amputado de su entorno familiar y que no tiene además muchas herramientas para mantenerse en soledad por un tiempo largo.
Hay que ir generando una conciencia para que los amigos del que se quedó sin pareja, sobre todo si es mujer, lo sigan incluyendo en las reuniones, comidas, eventos etc., porque no por quedarse sin compañía, sin pareja, deja de necesitar la amistad, el cariño de sus pares y las relaciones sociales. Así que no hay que creer que por estar solo uno debe ser discriminado o alejado, o no puede interactuar sanamente con personas que están casadas. Finalmente si nos invitan a un lugar, seremos nosotros quienes decidamos nuestra asistencia y no los demás.
En la medida que nos vamos conociendo y definiendo nosotros mismos, tomando conciencia de lo que sí queremos, desechando las cosas, personas, conductas que no han sido buenas para nosotros, realizando actividades que nos hagan sentir bien y mirando con optimismo y claridad la realidad, entonces estaremos muy bien encaminados a estar solos y elegir la vida que queremos llevar, todo lo demás llega gracias a esto mismo.
Marcela Pezoa Bissières
Terapeuta