¿Sobreprotección?
He conocido varios hijos de papás sobreprotectores y podría decir que los resultados son bien variados, porque depende del grado en que se ejerza la tutela sobre el niño, del temperamento de éste y del entorno en que suceden los hechos, y varias variables más. Lo importante es que el niñito, futuro adulto sobreprotegido, tendrá varias cosas a su favor y otras tantas en contra a la larga.
José es un niño de 8 años que llegó a la consulta con bronquitis obstructivas que lo dejaban como promedio cada 2 meses en la UTI pediátrica de la Clínica Alemana. El riesgo según el médico era que al llegar a los 10-12 años, todo esto podría transformarse en un asma del cual, supuestamente no se salvaría más. La verdad es que algunas personas han dejado de tener episodios de asma gracias a las Flores de Bach y el Reiki, claro que no se puede decir que todos reaccionarán igual.
José tenía un papá sobreprotector tremendo, lo acosaba con sus “cuidados” hasta el punto de ahogarlo, si iba al campo, papá partía con un set de remedios “por si” algo sucedía, desde una picada de insecto hasta una bronquitis por supuesto.
Si José quería andar en bici en la placita de la casa, entonces debía ponerse coderas, rodilleras, casco, guantes, para que no le fuera a pasar algo….lo que ya rayó en el ridículo fue cuando lo obligó a usar gorro de natación, aletas, snorquel, máscara y salvavidas para meterse a los 6 años a un “riñón pequeño” que había en la casa como piscina…¡¡¡¡se podría haber ahogado!!! ¡pobre niño!, claro que José ya había tomado clases de natación precisamente para prevenir que tuviera un accidente, lo cual es bien razonable, pero lo hacían hacer el ridículo exagerando tanto las precauciones, era absurdo verlo y por suerte él en su inocencia, no se daba cuenta….pero su cuerpo somatizaba la sobreprotección como asfixia y angustia.
Afortunadamente José dejó de tener la bronquitis y logramos hacer que no cayera en el asma gracias a que él pudo finalmente ponerle límites a su padre y decir que no.
El caso de Diego es más complicado. Hijo único de padres ya mayores, él fue siempre protegido en exceso por su mamá, estaba siempre ahí para que el padre hiciera de guardián y chofer del hijo y ella para advertirle todos los peligros que este mundo encerraba…y no exagero, ella lo envió hasta con linterna y pasamontañas al colegio para que fuera bien cuidado a los 13 años.
Ya cercano a que Diego cumplía los 16 años su madre seguía sobreprotegiéndolo, persiguiéndolo para que se cuidara, para que mirara antes de atravesar, para que volviera a casa a las 12 de una fiesta, mientras todo su curso se quedaba hasta las 2:00 am, y por último, su papá lo iba a buscar temprano siendo la burla de sus pares. En ese año él se desentendió de ella, se le enfrentó, y se liberó para siempre (en apariencias), pero él ya había quedado marcado…veía a la madre como una protectora frente al medio ambiente amenazante y al mismo tiempo como una persona asfixiante, que no lo dejaba vivir su propia vida, así que la solución fue tratar de mantenerse en un “control emocional férreo” donde ella no lo pudiera afectar ni sus miedos a vivir por sí mimo tampoco.
En las relaciones de pareja sucedía lo mismo, si una mujer se le acercaba mucho él terminaba arrancando y si se le alejaba mucho él sufría… Nunca se casó, ni pudo tener una relación estable de un año con nadie tampoco… ha vivido toda su vida en control de sus sentimientos para nunca sentir lo mismo que la madre le mostró con tanta sobreprotección.
También está el caso de Carolina que de tanta sobre protección en su vida por parte de su mamá, llegó a sentirse inútil para vivir la vida, miedosa en extremo, obsesiva y luego compulsiva.
En el caso de ella además aparece el sentirse no querida ya que por un lado se percibe muy acogida y acompañada en los momentos importantes por su mamá, pero por otro siente que ésta nunca la ha validado, porque al estar tan pendiente que a su hija nada le fuera a suceder, nunca la felicitó por algún logro que implicara un riesgo, por lo cuál, ella siente que no ha podido conquistar su afecto y atención por más cosas buenas que haga. Esto le produce mucha inseguridad, miedo a enfrentar cosas, ataques de pánico y por supuesto tener la sensación de que no tiene herramientas para defenderse en la vida.
Y Valentina, por último, nació después de un embarazo difícil, con muchas pérdidas y largos meses en cama de la madre, y cuando ésta dio a luz tuvo serios problemas médicos que llevaron a tomar la decisión rápida de dejar a Valentina en casa de una tía para sus cuidados de niñita recién nacida. Cuando volvió a estar con su madre, ésta la sobreprotegió al extremo, y no sólo eso, le ordenó la vida y la vivió a través de ella, le correteó los posibles pololos, no la dejó realizar ninguna actividad doméstica por percibirla inútil, y estuvo siempre para decirle o demostrarle que ella era incapaz de ser nadie sin su ayuda.
El resultado fue que Valentina estaba tan mimetizada con la madre que no sabía dónde empezaba y terminaba ella misma, por lo cuál ellas dos eran una persona.
No podía enfrentarse al mundo laboral produciéndole éste ataques de pánico, depresión, ansiedad, por lo cuál terminó durmiendo casi todo el día, recluida en su pieza y comiendo una barra de chocolate al día, temiendo tener amigas y menos aún amigos, nunca se iba a casar, tampoco tener un novio, y la pura mención de que algún día sus padres no iban a estar para ayudarla y que debía hacer su vida la horrorizaba al punto de no querer ni escuchar del tema, no se atrevía a manejar un auto, ni a vivir sola, la sexualidad no era tema que le interesara ni le preocupara, tampoco la maternidad, más bien ambos le producían pánico.
El gran temor era que viniera una persona extraña a ella y le causara sufrimiento, por lo cual, la mejor prevención era, no relacionarse con nadie y seguir siendo inútil, como la tenía convencida su mamá, porque eso era mucho más seguro que “vivir”.
Valentina empezó a cambiar con terapia recién a los 27 años y hoy a los treinta, sabe quién es, trabaja hace más de un año, sale con amigos y amigas, tomó clases de inglés y de conducir, ha tenido pololos, vive sola, se hace cargo de su propia vida y es considerablemente feliz.
Nosotros como padres tenemos que correr riesgos en la crianza de nuestros hijos, saber prevenir las situaciones o conductas peligrosas, y reconocer que ellos son individuos que tendrán toda una vida para aprender a sobreponerse a situaciones adversas que vendrán sí o sí y darles la herramientas para hacerlo. Tenemos que tener muy claro que SOBREPROTECCIÓN NO ES AMOR, porque el amor implica querer lo mejor para nuestros hijos y que estos se desarrollen plenamente, que puedan hacer todo lo que sus potencialidades les permitan.
Es un error pensar que estaremos siempre para alivianarles el camino y una paradoja tratar de hacerlo, porque finalmente después de tanto trabajar para que no sufran y vivan seguros, hacemos de ellos personas que viven llenos de miedos y que sufren por ello. Finalmente, según lo visto, no parece amor la sobreprotección y así también lo entienden los hijos, porque a fin de cuentas tampoco terminan sintiéndose queridos, más bien, se sienten ahogados y con poca autoestima porque “no logran ser valiosos para sus padres”.
Marcela Pezoa Bissières
Terapeuta