Un Hombre Controlador
Hace muchos años que ubicaba a este hombre por mi trabajo, lo veía siempre y nos saludábamos, incluso por casualidad sabía dónde vivía. Así que un día en medio de mi jornada y con ganas de tomar un descanso fui a un café y me lo encontré. Conversamos, él es un hombre muy caballero, buen mozo y educado, así que fue un placer sentarnos a compartir nuestro café de media tarde.
En la noche me llamó por teléfono, empezamos a conversar y se nos fue yendo la hora hasta que decidimos que esto estaba tan entretenido que mejor salíamos un rato a comer algo y seguir la plática. Es algo que no he hecho nunca, pero la persona era conocida y me dio confianza. Tomamos unos tragos aquí y luego nos fuimos a otra parte y terminamos la noche de lo más amigos, así que él me invitó a que saliéramos otro día.
A la mañana siguiente (sábado) me llamó y me pareció muy bien que él teniendo conciencia que yo tengo mi hija, mi perro y mis amigos, me contara que planes tenía para ese día y que nos viéramos luego. Insistía en que yo no rompiera mis compromisos anteriores y que respetaba mucho mi familia. Yo mientras feliz, porque encontraba que él era muy simpático y yo no quería a nadie que se me pegara como lapa, así que me tomé estas observaciones en serio y tal cual yo quería dispuse bien de mi tiempo. Sin embargo él tenía este discurso del respeto a la libertad individual como eso, una pantalla y no una realidad así que terminó algo molesto conmigo porque no estaba tomándolo en cuenta, y él estando tan dispuesto a verme se sentía poco considerado por mi. Lo que tenemos que recordar es que lo había conocido el día anterior (viernes) porque antes de eso sólo nos saludábamos.
Ese mismo día sábado, más tarde, no logramos coincidir para nada en nuestras actividades en la tarde y lo invité a un cumpleaños de una muy amiga por la noche y me contestó “gracias, pero prefiero conocerte en un lugar donde yo conozca a las personas y pueda controlar la situación”… ¡raro! Le conté quienes eran las personas del evento e igual no quiso ir… muy raro. Así que finalmente fui sola y lo pasé muy bien.
Ya para el domingo amaneció de nuevo cercano, me llamó, me hizo una invitación a tomar un buen vino a su departamento. El día sábado no nos habíamos encontrado y era una buena hora para conversar un rato. Así que me fui en mi auto a su casa, previa llamada para asegurarme que ya estaba, con lo cual se sorprendió. (Tengo id caller en mi casa, así que supe su número sin preguntarlo) No le gustaba que lo llamaran a su departamento sino que al celular porque no mantenía nunca un número fijo estable para que nadie lo persiguiera, dijo que pedía cambio de número cada 6 meses a la compañía… ¡también raro! Me fui a su edificio prometiendo estar en 10 minutos. Más en su casa. Llegué a la entrada y lo llamé a su celular para saber cuál era el número del departamento, me dio las indicaciones y subí. Llegué a arriba y en muy buen tono me dice que por mi culpa tuvo que retar al conserje… comprenderán mi cara de asombro. Se justificó diciendo que el deber del portero era preguntar quién viene a cada departamento y me contó unas historias de robos que creo podrían no ser ciertas. Es verdad que es su deber, pero también es cierto que él sabía perfectamente quién venía, de hecho, tenía abierta su puerta para que yo entrara cuando llegué a su piso…
Me hizo pasar a la cocina para buscar el “buen vinito” que resultó ser un simple varietal, cómo si las mujeres no supiéramos de vinos, y siguió contándome de todo lo que no se puede hacer sin su autorización en su departamento… uf! Agotador!
Nadie puede llegar a su casa sin una invitación, ni siquiera su familia, tampoco un amigo. Simplemente la visita tiene que ser como una estatua, si él dice vamos al living, ésta deberá estar quietecita en el lugar todo el tiempo, sin tomar ni tocar nada a menos que él lo autorice, nadie puede llegar antes o después de la hora acordada, tampoco ver qué cd’s tiene porque sería una falta de educación enorme y una patudés. Así que después de semejante cháchara insólita que servía de dejar en claro las “reglas para el funcionamiento de su hogar”, le pregunté si podíamos salir de la cocina hacia la terraza donde me había dicho tomaríamos el vino. Por supuesto que se volvió a molestar, porque me encontró irónica… y era verdad. Me relató todas las buenas costumbres que las personas ya no tenemos, las malas educaciones en las que caemos y me contó con mucho orgullo las historias de su padre y madre de rectitud y enseñanza… más bien creo que su hogar debió ser como la “casa de Bernarda Alba”, llena de silencio, peros, moralidad exacerbada y restricciones. Se nota que le hicieron un daño enorme. Me tuve que ir de ahí porque la situación se volvió insoportable, me descalificó, me dijo todo lo que yo tenía que hacer, y todo lo poco educada que soy, etc… Obviamente que no le creí nada de lo que me dijo, sólo había que ver de quién venían esas críticas agudas y duras.
El control sobre las personas y cosas que él tenía era absoluto, la dureza implacable, la neurosis al tope, la intolerancia máxima, por supuesto detrás de todo esto, un tremendo miedo, si no, ¿para qué controlar tanto?
Marcela Pezoa Bissières
Terapeuta